miércoles, 14 de enero de 2009

La partida





Los días domingos siempre me resultaron extraños, con una mezcla de festividad y tristeza. Desde mis 20 años, fueron días de visita.
Mi padre esperaba con sus asados. Hermanos, cuñados, todos compartíamos esa larga mesa y esos días tenían sentido, eran familia, encuentro.
Luego, al pasar los años, los asados fueron reemplazados por el mate de la tarde y mi padre seguía siendo el anfitrión. Claro que comenzó a protagonizar descaradamente su papel, la tristeza.
Mi padre seguía siendo el mismo, pero lo habitaba una enfermedad que no mata, sino desgasta. Luego de 10 años creo que deseas morir.
Por eso no culpo ese deseo de irse que manifestaba mi viejo, puedo entenderlo.
Lo que no se entiende es que sea una realidad absoluta en este presente, ese deseo.

Por más que invente alguna actividad, los domingos son días de una nostalgia tremenda.
Desde que te fuiste, Papá.

Te quiero