lunes, 23 de julio de 2007

Pirañas

Una palabra lleva a la otra y a pesar de que Marco (mi compañero) es un tipo dotado de una escasez de sonido o una abundancia de silencio exquisita, cuando se abre el diálogo, me maravillan sus pensamientos.
Es fácil complacer a Marco, pero se la hago difícil, y no es una guachada de mi parte decirle aquello que no espera escuchar, o escribirle algún acertijo con la mirada
-Si te distraés, lo siento, soy una ecuación sencilla- Y no Marco, no hay fórmulas, no se trata de que me veas todo el tiempo, hay días en los que prefiero evitar los espejos.
Lo que digo no es siempre lo que pienso y lo que pienso deberías sentirlo, pero no, si hago silencio vos te quedás mirándome, te reís y no sabés cuanto contagia tu risa. Una se llena de virus extraños y se queda sin memoria.

Sospecho que la felicidad es una especie de piraña que todo lo devora.

Hoy no va de cuestionario, ni preguntas me quedaron desde que soy feliz, ¿qué respuesta podrías darme? A vos también te están devorando las razones, ya ni sabés por cuánto , ni hasta dónde me querés; hace un tiempo era hasta el 8ª piso. Parece que hay buenos cimientos y se banca un rascacielos nuestra historia, imaginate cuando al cielo le de cosquillas y se ría y nos contagie con tanto microbio estelar. ¿Lo pensaste? si, acá hay drogas suficientemente potentes: la rutina, las preocupaciones, los olvidos; pero somos inmunes mi amor. Jamás nos prometimos esa vida decadente, es más, no nos hicimos promesa alguna.
Hablo de felicidad y vivencio cierto malestar, que no llega a ser naúsea, no; no hablo de ese otro sabor que sube hasta la boca, ni del terror que me daría besarte con los ojos repletos de lluvia. Pero no lo puedo evitar. Pienso que nos mojaremos alguna vez cuando mueran las pirañas y con la marea, nos llegue esa memoria repleta de noches. En las que arrugábamos sábanas. En la que pasábamos las horas convencidos de que a la locura no hay quién la cure.

Vías



La tía Martina vivía al costado de la vía con tres gatos y todos sus recuerdos. Yo estuve en esa casa en el preciso instante en el que el paso de un tren sacudía todas las copas de la vieja vitrina y los trofeos de Antonito. El hecho era algo natural, se repetía varias veces al día; para mí, sencillamente alucinante. Era como si de pronto todo cobrase vida, hasta los cuadros desteñidos parecían hablar, todo se llenaba de magia; los espejos, las fotografías, absolutamente todo. Trataba de quedarme quieta para comprobar si ese bullicioso trajín era el de mi sangre, no respiraba si quiera para no distraer esa realidad. Debo confesar que ni los gatos capturaban el momento, dormían o quedaban echados al sol sobre el viejo sillón de terciopelo verde. No es extraño, suele suceder que las cosas pasen y ni siquiera las notemos cuando se repiten. Las rutinas que no me pertenecen me maravillan. Martina ya no vive allí, sus hijos acusaron que estaba muy sola, así que decidieron instalarla en un lugar muy concurrido. Ayer la vi, la tía está como yéndose cuando mira tras la ventana. Me dieron ganas de decirle que yo era como esos trenes que llegan de algún lugar, pero inmediatamente, preferí pensar en los que parten llenos de nostalgia (los que llegan vienen cargados de almas cansadas) No, no, sé que no iba a levantar su mano. Las cosas pasan, la gente pasa. Mientras, uno hace lo que la vieja Martina y se queda, como yéndose.

Oleaje





Digamos unas treinta cuadras. En bondi, un trayecto que no daba ni siquiera para leer algún librito que suelo llevar en la cartera. Un viaje breve y algo aburrido, pocos pasajeros distribuidos a ambos costados del coche. Nada llamativo que observar; un embole.
Una parada antes de la estación subió una pareja. Adiviné que ella se ubicaría del lado de la ventanilla; las mujeres son observadoras.
Hablaban en voz baja, en un tono previsible.

-No me hagas hablar, no acá.
Si, hablemos a calzón quitado.

Y la verdad, no sé que llegaron a decirse. Mis destinos por lo general suelen ser oportunos.
De regreso preferí caminar y pensar en la propuesta que la mina había dejado picando "a calzón quitado".
Desplazar esa figura a una de nuestras charlas, resultó tremendamente estimulante.
Sí pensé, hablemos acá o donde quieras. Elegí el lugar, que el tema surge.
El lenguaje fluye como un río por el que se desplazan peces tropicales. La corriente cálida genera color, abecedarios azules, palabras graves; un tornasol de voces.
¿Un río dije? Claro que no, un océano. Lejos de la orilla, cada fonema es una red. Y allá vamos, que hay pesca señores!!!!

-Perdón, una pregunta-¿Esta es la calle Artigas?
No sé, si me sacan del agua estoy perdida...

Recorrido



Nacho me besa antes de irse, un roce apenas.
En realidad, besa el aire y en él deja un mensaje:
viví que te quiero así, respirando sentimiento.
La puerta se cierra, inmediatamente abro los ojos, ya no lo veo.
Imagino que cruza la calle convencido de que respiro y se aleja.
Me quedo con un pedido que no hice por estar soñando.
"Nacho quedate conmigo esta mañana" Hagamos el amor.
Llegá tarde a la oficina o no llegues. Demorate conmigo.

Nacho sube al colectivo, lee el diario; se distrae.
Llega a horario.

Ficciones



San telmo, tres de la tarde y en una pose de espera.
Mira su reloj, suena sus dedos, devora con su mirada las figuras que materializa el ventanal.
Revisa su cartera, saca y pone cosas, inútiles cosas que suelen trasladarse de un lado a otro. Por costumbre; por inútiles.
Un café muy azucarado, se enfría, como los niños que limpian los cristales de los autos estacionados frente a la plaza. Dos o tres folletos danzan por el empedrado. La música es del viento; siempre.
Cinco de la tarde, un reflejo de sol que asoma y en su rostro una tímida verguenza de invierno.
Frío en los rasgos de las siluetas que desfilan por la calle Defensa.
Ficción; las horas dramatizan.
Todo es como si fuera, pero no es. Ni está sentada; ni piensa en huír.
Va, como siguiendo, los pasos de los que no llegan.
Y está cansada de que la esperen.

Desnuda y después





"y fue un verano inacabado"
Docuain

El poeta dijo verano y te pienso desnuda.
Y no creas que desde el lugar de amante, más bien diría desde la piel amada. Te pienso en el después. En la noche y su brisa, en los grillos que jamás me atreveré a buscar por temor a intimidarlos.
El poeta dice verano cuando podría haber dicho primavera y acierta; como pensarte desde el efímero estallido de la flor? Desde la fragancia de un jazmín?
No existe sobre la piel, otro olor que embriague como tu olor. Cierro los ojos y acaricio todas las noches que eternizamos entre sudores y cosquillas. Dibujo tu sonrisa, coloreo la humedad del beso, descanso sobre tu pecho. Banco de plaza a la sombra, tu pecho. Tu latir 40º.
Te pienso desnuda y después. Antes de que existieras, de que fueras ese día luminoso interminable, no sé si pensaba, si escuchaba, si veía con tanta nitidez; el frío, la oscuridad, nunca fueron buenos consejeros.
El poeta escribe "un verano inacabado" y navego en tus sueños. A lo lejos las gaviotas adivinan, vuelan rozando el mar apenas...como este silencio agradecido; como mis labios.

Miércoles 17- diario





Hoy no llueve, no, está nublado y me da la posibilidad de elegir, puedo escribir- preparen sus arcas, el cielo todo caerá sobre vosotros- o bien quitense sus ropas, desnudense, el sol no va a caer.
Hoy es un día como cualquier otro, he bebido mi café, libré mi batalla de humo y me dispuse a viajar sin elegir destino, me aburre soberanamente hacer planes, prefiero sentarme y observar hacia donde voy. Así, sin hacer ruido, no sea que me distraiga y me pierda el asombro; y todo este camino se haga repisado, no. Así, ni una mosca vuela ¿dónde estarán las moscas? podría abrir el frasco de mermelada, pero no, ya no quiero mosquitas muertas. Morir así, de exceso no. Tengo ganas de que mueran como yo, de a poquito, porque es un día como cualquier otro y suena en la radio un tema de Serrat, un tema viejo de Serrat, " porque te quiero a tí, porque te quiero" y ya, apago esa maldita radio, que luego vendrán los pronósticos y esas absurdas probabilidades. Mejor miro el techo, me gusta su color indefinido, que mis ojos por un instante, sientan la fuerza de mis manos, si, un instante, debo cuidar mis ojos. ¿Soñe anoche? siempre recuerdo los sueños cuando miro el techo, por un instante. ¿Qué estaba diciendo? Ah, que hoy no llueve, las cosas, los objetos, tienen el color exacto los días nublados, no opacan, ni brillan; simplemente están ahí.
Voy por otro café.