martes, 6 de noviembre de 2012

ALEJANDRA PIZARNIK

DIARIOS (fragmento) -
Fe en ti sola, Alejandra. Fe en ti sola. Imposible la plena comunicación humana. Los otros, siempre nos aceptan mutilados, jamás con la totalidad de nuestros vicios y virtudes. O nos detestan por algún aspecto nuestro que les mortifica o nos aceptan por algo que es ángel en nuestra carne. También solemos tener días en los que nos permiten comunicarnos y días en que nos amurallan. Estos últimos coinciden con los días en que más necesidad de contacto humano tenemos. Seguramente nos rechazan por ese aspecto de mendigos repelentes que proporcionan la angustia y la soledad. Todo esto, dicho de un modo confuso. Porque no entiendo casi nada del asunto. Pero hoy y mañana y siempre repito que sólo es posible vivir si en la casa del corazón arde un buen fuego.
“(…) Cuando yo era una niñita decía siempre sí. Sí al juego, al canto, a las exigencias familiares. Cuando tenía tres años era bellísima y sonreía. Aún mi madre no había ganado, aún las [tachado] no me torturaban. Me ponían sobre una silla y me hacían cantar. Yo cantaba. Me ordenaban silencio. Me callaba. Me mandaban a un rincón con los juguetes rotos y polvorientos y allí me quedaba. Hoy pienso en esa niñita y me asombra comprobar cómo trabajaron para arruinarme. Labor perfecta. Quedó lo que tenía que quedar: un poco de ceniza. Pero no me quejo. Es idiota defender a los inocentes. Alguien contaba cómo los ojos de Anna Frank eran cada día más enormes, cómo se consumía y lloraba cada día menos. La faena repugnante de mis padres y maestros es semejante. Es igual, quiero decir. Llega un día en que no se llora. Los ojos velan al cadáver que fui. Se la recuerda como a otra, una lejana y muy querida compañera de otros años. A veces hay deseos de vengarla, de putear contra los verdugos. Es la voz de la violada que se alza en un cementerio a medianoche. Todo esto debiera excitar a mi sentido del humor, el único virtuosamente desarrollado que tengo. Porque los otros, aun el del tacto, están averiados y no me sirven. No obstante no me río. Considero que mi infancia ultrajada es un hecho perfectamente serio (…)”.