jueves, 19 de julio de 2007

Skinny Dog

Nada me atrae más que su mirada
de hambre existencial.
Ese vagabundo devorar de las horas,
ese deambular echado a su suerte.

Linaje de calle, raza de camino.

El hueso cotidiano inventa su ladrido
como si el silencio pudiera acariciar su lomo,
y fueran las manos una tibia libertad;
los amos, entonces presos del lenguaje,
¿comprenderán que la fidelidad
no es una llave que se busca?

Su andar despreocupado,
siesta de un ojo,
hocico al sol,
ausencia de lluvia,
humedad de su pupila,
su diente perla en superficie,
mar de transparencia;
flaco
ágil
carne viva inalcanzable.
Llaga de carencias
lleva la sangre,
expuesta como su paz.

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