lunes, 23 de julio de 2007

Ficciones



San telmo, tres de la tarde y en una pose de espera.
Mira su reloj, suena sus dedos, devora con su mirada las figuras que materializa el ventanal.
Revisa su cartera, saca y pone cosas, inútiles cosas que suelen trasladarse de un lado a otro. Por costumbre; por inútiles.
Un café muy azucarado, se enfría, como los niños que limpian los cristales de los autos estacionados frente a la plaza. Dos o tres folletos danzan por el empedrado. La música es del viento; siempre.
Cinco de la tarde, un reflejo de sol que asoma y en su rostro una tímida verguenza de invierno.
Frío en los rasgos de las siluetas que desfilan por la calle Defensa.
Ficción; las horas dramatizan.
Todo es como si fuera, pero no es. Ni está sentada; ni piensa en huír.
Va, como siguiendo, los pasos de los que no llegan.
Y está cansada de que la esperen.

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